(Historias personales - Abril 29, 2007)Increíble e inesperadamente, hoy, el día más normal del año, comenzó el final. Es como la muerte, sabes que vendrá, pero no sabes cuando.
Tanto tiempo preparándome para este final, y me tomó por sorpresa. De nuevo el dolor en el pecho que no sentía desde la primera verdad que me ofreció el cielo, o el infierno. O quizás, simplemente la tierra. De la que aún aprendo. Pero desearía no aprender más.
Sabía que llegaría, y creí tener todas las herramientas para entenderla, aceptarla y no sufrirla. Aún creo que las tengo, pero no se que se hicieron en ese instante, donde se mezclaron el pasado, el futuro, el presente, los sentimientos,…y lo más importante, la verdad con la que nacimos.
Tantas líneas escritas descifrando nuestras vidas, concluyendo acerca de los nombres, los colores, los códigos, el tiempo, el dolor, los deseos, las pasiones, los secretos, las leyes, las formas, las frases, los recuerdos y las miradas…tanto tiempo escribiendo una historia, que se negaba llegar a su final, que temía escribir la última palabra, porque estaba consciente del dolor. Y hoy, simplemente hoy nos vimos a los ojos y supimos todo lo que escribimos, todo lo que sentimos.
Sólo dos cosas quise que sintieras de mí, la primera, el amor que nació desde el día en que supe que existía, y la segunda, las ganas de hacer la fantasía hasta nuestras tumbas.
Te pedí una vida, antes del final y después de él… Es la única vida que mi mente concibe. Es la única historia que podré escribir cuando ya mis sentidos no marchen bien. Tú, no sabes si podrás darme la existencia anhelada, pero si sabes que la realidad está primero que la vida, estará primero que el ser, estará primero que nuestro ser.
Sé, que los buenos modales del amor dictan permanecer juntos, y siempre he sido educada ante tal sentimiento. Conmigo no manifestarás esa educación, pero pido que sí lo seas con nuestro ser, aunque aún no sepas si vendrá en camino.
Nuevamente lágrimas, nuevamente dolor, nuevamente un escrito, así sea el final, pero nuevamente un dolor que colapsa en sus apariciones; un dolor que ya el corazón conoce, y que siente desgana de detenerse a recibirlo.
Una vez más recurro al cielo, para rogar la serenidad de mi alma, de nuestras almas, para rogar por un futuro despejado y digno de permanecer en una vida. Tal vez el Todopoderoso me juzgue por utilizar su cielo para la serenidad… pero en el fondo, el reino celestial sabe que mi aprendizaje ha tenido frutos. Y creo que han sido bueno frutos.
No puedo comenzar un final sin seguir dando las gracias a la existencia, al entorno, a la esencia de las cosas, al espíritu santo (responsable de la mitad de mi vida). Gracias por permitirme el juicio agudo, la mente clara, la paciencia que se muestra como infinita, la madurez que me sorprende, la razón que aparece en sus momentos justos, y el talento de la tolerancia que pocos tienen. Gracias por permitirme amar, aunque parezca el final de un corazón.
Y sigo aquí…vagando por las calles de mi historia, en la que espero que estés, así sea como el pintor de cuadros de colores llamativos que todo el mundo ve.
Rezo, ansío y deseo que nos encontremos en la felicidad. Es de los dos.
Termino con una oración que escuché hace poco, y que le sigue a tu frase de “cuando éramos felices y no lo sabíamos…”: “El pasado y el presente pueden tomarse un café juntos para permitir que el futuro respire con buen humor”.
Ahorita es el presente, falta el café, el futuro y el aire… ¡Qué futuro!