lunes, 13 de abril de 2009

Mi jardín, tu jardín, nuestro jardín



Lunes 10 de marzo de 2008.


Despierto y siento un almohadón de plumas que cae encima, o estoy sobre él, aún no lo se; pero es un placer. Abro la ventana y en el hermoso jardín que recorre mi vida veo algo impresionante, se que existe, se que está allí, no tiene nombre, pero tiene poder. Y por lo general las cosas con poder hacen que cualquier forma se vea mejor de lo que es; o simplemente hacen del mundo un aparato con control remoto que hoy tengo en mi mano.

Desde la grama y sumergida en vino puedo percibir el olor que me presenta el entorno. Las mezclas que he hecho de una vida surrealista y magistral me llevan a creer que Narciso tenía razón, el agua donde se ahogó gracias a su forma de ser fue la mejor donde pudo hacerlo, a partir de allí la abundancia llenaría este universo.

Hay un pequeño espacio en este jardín donde no existen elementos que tengan aire de poder, imagino que el caudal de las relaciones mágicas de la vida se encargará de otorgárselos.

Tal vez Nietzsche lloraría si se da cuenta que su retórica poco flamante acerca de algo más allá de la imagen no ha servido, no ha hecho nada por el mundo donde el brillo es la sensación de vida, y los que lo controlamos debemos gracias a esa verdad que hace que la tierra gire de una manera elegante, soberbia y admirable.

Ya es hora de seguir con el rito diario que hace de la creación una déspota y hambrienta realidad:

Vanitas vanitatum et omnia vanitas.

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