martes, 14 de abril de 2009

Gracias


Te agradezco…
…porque me enseñaste a amar, a amar a un país que creía no merecer mi respeto, mi reverencia, mis ganas de seguir, mis ganas de estar en el.
…porque me hiciste entregarme a la mejor profesión del mundo, gracias a ti, comunicar se volvió mi obsesión, mi pasión, mi forma de vida.
…porque me permitiste ver más allá de lo esencial, me hiciste ver el lado más oscuro de la realidad, y eso me hizo crecer.

Te condeno…
…porque me enseñaste a odiar, a cultivar el peor sentimiento del mundo.
…porque contigo aprendí a discriminar a unos cuantos, aprendí a reconocer y a hablar de “ellos”, como si pertenecieran a otra galaxia, aprendí a tenerles lástima.
…porque frustraste un sueño, una esperanza, una ilusión.

Consumiste los mejores años de mi vida, hiciste de ellos un constante vaivén de negatividad, y aborrezco tener que aceptar que esa es la realidad.

A pesar de todo, no dejo de pensar en ti, en lo que pudo ser y no fue, ni será. Pero no esperes que te respete, no esperes que te perdone, no esperes que me compadezca cuando te arrastres, no me esperes…porque mañana cuando vengas llorando, ya no estaré.

Hice lo que pude.

lunes, 13 de abril de 2009

Una carta de amor (Carta para el concurso "Cartas de amor" de Mont Blanc)



Jueves, 26 de febrero de 2009.

Para Sebas.

En estás líneas quiero decirte las razones por las que te amo:

Te amo porque…Okey, ya va. No se por qué te amo.
¡Dios! Esto no puede ser a juro. ¡Todo lo que tengo que hacer para ganarme un viaje a Nueva York! Pero ¿Tendré algo que decir del amor?
Bueno sí, tengo una lista de razones por las que no debería AMARte (conste que aquí está involucrada la palabra amor).

No debería amarte porque:

-No me demostraste tu cariño, si es que me querías.
-Llenaste mi vida de lágrimas.
-Coartaste mi libertad de expresar lo que sentía.
-Me obligabas a ver las películas de guerra que tanto odio.
-Eras la escasez cuando tenía sed.
-No quisiste llevarte bien con mi mamá.
-Eras tan básico que te perdías entre el resto.
-Encendiste mi corazón de rabia con cada desprecio.
-Nunca te reíste de mis chistes.
-Me hiciste engordar, y luego criticabas mi volumen.
-No me hacías regalos el día de los enamorados.
-Mirabas más a otras que a mí.
-Eras torpe y grotesco.
-No te gustaba mi forma de vestir.
-Odiabas ver los atardeceres.
-Aborrecías bailar.
-Nunca fuiste sincero, y cuando lo intentaste salí herida.
-Fuiste capaz, con tan solo dos palabras de transformar un día maravilloso, en el peor de todos.

Por todo eso no debería amarte. Ajá, pero…entonces ¿por qué te amo?
¿Será que si encuentro una respuesta a eso me ganaré el viaje a Nueva York?
Bueno, te amo porque… ¡Ya se por qué te amo! ¡Porque me haces escribir!
Creo que ese es mi otro gran amor. Con él quizás encuentre la respuesta a mi pregunta original. Mientras eso pasa seguiré escribiendo para que la muerte no tenga la última palabra.

Gracias por hacerme escribir, amar y viajar.

Lunes 11 de febrero de 2008.

Escribir un diario. No se qué es eso, o creo que si, pero no me gusta, no quiero.

Muchas veces, en aquellos tiempos, el psicólogo me mandaba a hacerlo, para ver no se que cosa; y siempre resultaba un intento de…

Pero ya que, empezaré por instruirme acerca de su utilidad.

Buscando en Internet sobre cómo escribir un diario, encontré esto en almargen.net:

“Escribir un diario es adentrarse en uno mismo. Es mirarse y pensar qué quiero contar de mí para mí. Es una aventura. Es un lugar donde no da miedo expresar lo que uno siente o quiere. Muchas veces supone reflexionar sobre algo que ha sucedido o incluso que no ha sucedido. Y a veces una página en blanco en el diario dice más que muchas letras”.

¿Y será que si dejo esta entrada en blanco también llegará con la misma intensidad que creo que son los diarios?

Bueno haré el intento de escribir, ya me estoy acordando de una historia que merece una entrada, así sea en algo llamado diario. Se trata de “el terror del carnaval caraqueño”.

El lunes 4 de febrero, día de carnaval, me bajé en la estación de metro Chacaíto, iba con mi cámara para documentar aquello que hasta ese día me parecía una celebración divertida, símbolo de la idiosincrasia del venezolano. Un amigo me esperaba para unirse a la aventura fotográfica.

Cuando me bajé en la estación mi vista se perdía, la cantidad de gente no era contable, parecía una marcha antes de un 2 de diciembre. El espacio vital quedaba reducido al mínimo; pero eso no era un problema tan grave, sino que cada uno de esos seres tenía en sus manos una bolsa de papelillos y un pote de un pegoste que le llaman “tángana”. Era horrible, parecía una guerra, algo así como la Guerra de los sexos. Nadie tenía respeto por nadie. Te lanzaban lo que fuera. Enseguida pensé, ¡el niño que que me eche la famosa tángana en el cabello deseará no haber existido! Ya que el pegoste colorido no se quitaba muy fácil que digamos.


En ese momento los valores de tolerancia, alegría, y paciencia, que por lo general acostumbro tener, se esfumaron por completo. Y el objetivo del día ya no eran las fotos, si no salir de allí lo más rápido posible. Esquivé unos cuantos tanganazos, hasta que llegó el que venía directo a mi melena, y justo en ese momento al dichoso infante se le acabó el pegoste. Fue como un milagrito.

Al día siguiente mi amigo me contó que de regreso a su casa fue víctima de aquellos fanáticos carnavalescos y recibió su dosis de papelillo con talco, tángana, y hasta refresco. Pobre, pero me alegro de no haber estado allí, porque entonces si estuviera escribiendo un verdadero diario en la cárcel, y el psicólogo regañándome por no haberlo escrito a tiempo.

Ahora me río.

Cotidianidad



Martes 29 de julio de 2008.


Betania se despertaba diariamente pensando en cómo cambiar su vida. La cotidianidad le restaba importancia a su existencia. Un día fue a la plaza cerca de su casa, se sentó en una banca e hizo una lista de cosas que podía realizar para darle color a su paso por la tierra. La lista rezaba lo siguiente:

-Iré a un basurero y comeré los desperdicios que encuentre.
-Me raparé el cabello y me tatuaré la cabeza.
-Venderé mi cuerpo al primero que esté dispuesto a pagar.
-Entraré a la tienda de la esquina y robaré la cartera que quiero desde hace tiempo.
-Gastaré la mitad de mi quincena en billetes de lotería.
-Me haré un pearcing en el clítoris.
-Le romperé los vidrios del carro a la vecina que tanto odio.
-Comeré todo lo que pueda y vomitaré hasta convertirme en bulímica.
-Haré un video porno y lo publicaré por Internet.
-Golpearé a quien me mire feo en la calle.
-Entraré a los restaurantes más caros, comeré de todo y me iré sin pagar.
-Me embriagaré cuatro veces a la semana todas las tardes, el resto de los días cumpliré las actividades de la lista en perfecto estado.

Cuando Betania terminó de hacer la lista se le acerca un hombre y le pregunta:
-Disculpe señorita ¿Está ocupada? ¿Puedo sentarme a su lado?

Betania sorprendida por el acercamiento del individuo le responde:
-Estoy ocupada. ¡Váyase!

El hombre con cara de retador le dice:
-¿Y qué tan ocupada puede estar en este subdesarrollo? ¿Acaso tiene algún oficio? Porque que yo sepa, aparte de sobarse la barriga, leer periódicos viejos y chismear con los vecinos, aquí nadie hace nada más.

Betania, ya molesta por la insistencia del hombre le contesta:
-Mire señor, justo ahora estoy a punto de romper mi cotidianidad y no creo que quiera estar cerca.

El hombre inmediatamente le dice:
-Fíjese que yo también la estoy empezando a romper.

Después de eso se escuchó un fuerte ruido. El hombre siguió su camino y al cabo de unos segundos comenzó a correr

Me fui sin saber

Lunes 26 de mayo de 2008.

Unas uñas rasgaban mi cuerpo, unas manos apretaban mi cuello, no podía gritar, y casi no podía respirar. De pronto sentí correr por mi espalda un líquido que me olió a sangre, me asusté. Abrí los ojos y no vi a nadie. Fui a la cocina, tomé agua, pero ésta no saciaba mi sed. Volví a la cama, cerré los ojos, intenté relajarme y me quedé dormida. Al rato desperté y vi mucha gente alrededor, vestida de negro y orando en mí nombre. ¡Que buena vaina, morí y no supe cuando!

Dos

Lunes 26 de mayo de 2008.

No había más espacio, nadie más entraba en ese cúmulo de sentimientos que fundaron. A diario rezaban porque ese universo se mantuviera del mismo tamaño. Las plegarias fueron agudas, tanto, que ambos entraron en la misma urna.

Estoy



Lunes 10 de marzo de 2008.


-Espejito espejito ¿Quién es la más bonita?
-Tú mi amada reina.
-¡Oh! Gracias, lo se.
-Espejito espejito ¿Quién es la más bonita?
-Tú mi amada reina.
-Gracias, lo se.
-Espejito espejito ¿Quién es la más bonita?
-Hay otra más bella que tú en el bosque mi amada reina.

Con esta conversación comenzó su desgracia y la mía.
No es fácil. Miles de perfiles, y una personalidad.
Que injusto que todos puedan mentir y mentirse, y yo siempre traduciendo lo más parecido al cielo.
Es de mala suerte cuando mi vida se desmorona, pero no pasa lo mismo cuando desmorono vidas.
Me acostumbré a presenciar los actos más desvergonzados y falsos; y sólo me queda callar.
Veo las formas más deformes, y los ridículos más naturalizados y me obligo a sonreír.
Tengo que escuchar las historias más fachosas sin que nadie pueda escuchar las mías tan sugestivas.
Me han manchado con colores apasionantes, por amor o por dolor.
Se burlan de mí como si lo mereciera después de tantos años.
Han quitado vidas gracias a la mala suerte que da mi cuerpo hecho pedazos.
Me atribuyen personajes, conciencias y palabras que no conozco ni he pronunciado.
Han hecho de mi una vulgar meretriz que todo lo aguanta.
Pero hay algo que me atribuyen y es lo único que puede avalar mi orgullo y mi razón de ser: gracias a mí el mundo se consume como un pecado.

Me desperté y vi mi cuerpo ultrajado, manchado, deforme, mutilado, rayado, quemado, tal como el espejo que me había soñado, pero supe que estaba viva.

Gracias.

Mi jardín, tu jardín, nuestro jardín



Lunes 10 de marzo de 2008.


Despierto y siento un almohadón de plumas que cae encima, o estoy sobre él, aún no lo se; pero es un placer. Abro la ventana y en el hermoso jardín que recorre mi vida veo algo impresionante, se que existe, se que está allí, no tiene nombre, pero tiene poder. Y por lo general las cosas con poder hacen que cualquier forma se vea mejor de lo que es; o simplemente hacen del mundo un aparato con control remoto que hoy tengo en mi mano.

Desde la grama y sumergida en vino puedo percibir el olor que me presenta el entorno. Las mezclas que he hecho de una vida surrealista y magistral me llevan a creer que Narciso tenía razón, el agua donde se ahogó gracias a su forma de ser fue la mejor donde pudo hacerlo, a partir de allí la abundancia llenaría este universo.

Hay un pequeño espacio en este jardín donde no existen elementos que tengan aire de poder, imagino que el caudal de las relaciones mágicas de la vida se encargará de otorgárselos.

Tal vez Nietzsche lloraría si se da cuenta que su retórica poco flamante acerca de algo más allá de la imagen no ha servido, no ha hecho nada por el mundo donde el brillo es la sensación de vida, y los que lo controlamos debemos gracias a esa verdad que hace que la tierra gire de una manera elegante, soberbia y admirable.

Ya es hora de seguir con el rito diario que hace de la creación una déspota y hambrienta realidad:

Vanitas vanitatum et omnia vanitas.

Vida





Lunes 11 de febrero de 2008.


Martín llega al supermercado, toma un carrito para hacer sus compras y se dirige al primer pasillo. Se encuentra a Laura y comienzan a hablar:

-¡Mi amor que coincidencia encontrarte aquí!
-¡Sí mi vida! Así hacemos las compras juntos y nos regresamos a casa de inmediato, recuerda que tenemos invitados a cenar.
-¡Claro!, así que apurémonos.

Ambos caminan juntos por los pasillos del supermercado.

-Cariño ¿prefieres caraotas rojas o negras?
-¡Ay caraotas! Son tan deliciosas y nutritivas, como me gustaría volver a comerlas. Bueno en fin, sigamos.
-¿Y si mañana temprano hacemos un desayuno criollo?
-Sería magnífico, unas arepitas, hechas de harina Pan, ¿sabes? La amarillita.
¡Y unos huevos revueltos! ¡Ay no puedo imaginarlo ya!
-¿Huevos? ¿Revueltos? ¡Ojalá al menos se pudieran revolver!
-¿Y entonces que desayunaremos?
-Puede ser una taza de café con leche cada uno y a los niños cereal.
-Si es así tenemos que levantarnos bien temprano para buscar una vaca y ordeñarla, y el café…bueno vamos a buscarlo al otro pasillo.
-Sí, apúrate entonces.
-Mira mi amor recuerda el azúcar, debemos llevar una.
-Claro, vamos por ella.
-Cariño, y por cierto… ¿qué le daremos a los invitados en la cena de hoy?
-He pensado en una carne en salsa negra.
-Me parece bien, bastante original, recuerda tomar el ticket de la carnicería.

Cuando pasan por el sector de las legumbres Laura se sorprende:

-Mi amor ¡Mira! ¿recuerdas lo que había aquí? Eran tan bellos, la variedad, los colores ¡Y mira qué cómo alimentaban!
-Si, lo se mi amor.
-Cariño, detente, huele eso ¡Que delicia, lo que más me gustaba, aquí ponían los quesos! Respira profundo, trata de percibir el olor.
-Si, es increíble, parece mágico.
-Bueno ¿Estamos listos no? Ya nos podemos ir.
-No, creo que nos falta el papel sanitario.
-No te preocupes, esta mañana me leí toda la prensa.

Cuando llegan a la caja para pagar la cajera les dice que no tienen nada en el carrito y que no deben hacer cola.

Martín dice:

-Bueno al menos se que estoy vivo, por aquello de los recuerdos y esas cosas.

Laura responde:

-Claro, recordar. Disculpe pero ¿Quién es usted?

Martín caminando a la salida y con unas bolsas vacías responde:

-Nadie.

Nada


Lunes 17 de diciembre de 2007.


“Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida”.
Felisberto Hernández. 1955.


Esta premisa no escapa del cuento “Nadie encendía las lámparas”; una narración que comienza con la expectativa más común que pueda tener cualquier lector: esperar el inicio, el desarrollo y el desenlace de la historia. Pero, al terminar de leer, nos damos cuenta que fue un engaño, al menos para quienes esperábamos lo contrario.

Este engaño o falta de..., se denomina “extrañamiento poético”. El término lo introdujo el escritor Viktor Šklovskij para teorizar el formalismo ruso, otros autores lo llaman “singularización”.

Šklovskij dice que el extrañamiento parece una adivinanza, esto se puede evidenciar en la obra de Hernández, desde el principio empezamos a crear historias paralelas, por ejemplo, con la mujer de la melena ondulada quizás pudimos pronosticar que terminaría una historia de amor, al estilo hollywoodense, pero simplemente nada pasa en ningún momento. Se nos rompe la esperanza de densidad que vaticinamos al principio.

Hernández, al convertir lo tradicional en extraño, con esta forma de contar las cosas, tal vez buscaba una percepción estética, más allá de otorgarle un significado; ya que en “Nadie encendía las lámparas” no tenemos un esquema de significados y relaciones lógicas, sino más bien un efecto de transición desde que el personaje comienza con los cuentos hasta que termina la escena. Este efecto hace que su estilo se convierta en arte más que en lógica. La escritora Rocío Arenas Carillo dice que: “El extrañamiento parte de la concepción que la dificultad y duración de la percepción de la obra artística debe prolongar sus efectos y, para ello, es necesario crear una percepción particular del objeto, crear su visión y no su reconocimiento.”

El mismo Felisberto Hernández habla de “la explicación falsa de sus cuentos” y los define como una planta, que no sabe cómo hacerla germinar, ni cómo cuidar su crecimiento, sólo desea que tenga “hojas de poesía o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos”.

Diario


Domingo 9 de diciembre de 2007.


Todos los días veo al niño sufrir este calvario donde estamos todos. Conradín, tiene el tiempo de vida contado; el médico dice que no vivirá más de cinco años. Yo no creo eso, pienso que su esperanza e ilusiones harán que su tiempo sea eterno. Pero la señorita De Ropp está de acuerdo con el médico, y más allá de eso, parece que deseara que Conradín desapareciera. No lo quiere, está pendiente de él solo porque siente que es su deber.

Y el odio es mutuo, Conradín no la soporta, no lo deja hacer nada. Yo también la odio, me siento su esclava, no puedo ser.

Creo que ella es la culpable que mi juventud, mi buen humor y mi generosidad se hayan esfumado. Ahora solo veo un rostro agrio en el espejo.

En las mañanas le llevo el café bien caliente a su habitación, deseo que se queme, pero esa mujer parece de piedra, hasta a veces parece que sintiera el café frío. La odio. Luego de eso le llevo a Conradin sus tostadas con mantequilla que tanto le gustan. Es una de las pocas cosas que le sacan una sonrisa. Bueno, a veces sonríe cuando viene del jardín, luego de pasar mucho rato dentro de una caja de herramientas abandonada, allí parece que guarda sus esperanzas, y quizás también las mías.

La bruja acaba de vender la gallina que estaba en la caja de herramientas, el refugio de Conradin. El niño sufre mucho, no dice nada, pero el solo hecho que no pruebe sus tostadas ya lo dice todo.

Ahora debo ir a limpiar todo el piso, que ya lo había dejado brillante ayer, pero el jardinero que se llevó la gallina ensució todo con sus botas llenas de barro.

¡Dios mío! No puedo creer lo que acaba de pasar. Vi a Conradin arrodillado, y no se por qué enseguida salí corriendo hacia la caja de herramientas a buscar a la señorita De Ropp; vi al hurón atravesando el jardín, tenía manchas en su mandíbula, mi grito fue estúpido, o tal vez falso.

Menos mal que la bruja nunca supo de mis sentimientos, si no me hubiera despedido, y ahí si es verdad que se acababa mi esperanza.

Iré a sacar la mermelada escondida para las tostadas de Conradin, ya no comerá mantequilla.

¡Gracias Sredni Vashtar!

Aminta



Lunes 26 de noviembre de 2007.


Aminta, salía todas las noches a pasear sus curvas por las calles más oscuras de Caracas. Calles oscuras pero llenas de sabor, como ella misma lo definía. Sabores agrios, dulces, salados, ácidos, y sin sabores, como la lista de pieles que probaba en una noche. Noche que se dividía en horas, a 90 mil cada una de ellas.

Sí, Aminta tenía la profesión más antigua del mundo. Antigua como sus ganas de ser aquella dama de clase refinada, llena de joyas y clichés sifrinos; pero que lamentablemente estaba un poco lejos de lograr con aquellas vestimentas, aquellos compañeros y aquella rutina con tanto sabor a calle, tanto sabor a anticonceptivos, tanto sabor a Aminta.

Una de esas noches se le acercó un carro de modelo desconocido para ella, pero lujoso como su brillo lo indicaba. Se bajó el vidrio y se asomó un hombre con aspecto sobrio, distinguido, demasiado extraño para estar en la calle de lo sabores a esa hora.

Aminta enseguida dijo:

-¿Nuevo no? Bueno, por si no lo sabía son 90 mil una hora en la cima del cielo.

El hombre, que no mostraba ninguna reacción en su cara le respondió:

-¿Acaso sabes qué es el cielo como para estar poniéndole precio? ¡Y más aún en la parte más alta!

La expresión seductora y complaciente de Aminta cambió, su rostro se puso blanco, parecía que en su vida le habían hecho un cuestionamiento así.

El hombre al ver la palidez de su rostro enseguida le dijo:

-Te pago lo que cueste el cielo al que le pones precio, con tal que vengas conmigo.

Aminta volvió en sí y asimiló que ese era su trabajo, y se subió a aquél elegante vehículo.

Durante 40 minutos el hombre y Aminta estuvieron dando vueltas por la ciudad. Ella no decía ninguna palabra, de vez en cuando veía su reloj, esperando que se cumpliera la hora, para al menos cobrar completo.

Luego de tanto silencio, Aminta pregunta:

Mira chico, ¿y tú nada de nada?
El hombre responde:

¿Cómo que yo nada de nada? ¿Acaso me estas preguntando si se nadar?

Aminta:

¡Ay claro que no! Pero eres el primero que no me lanza encima a los 10 primeros minutos.

El hombre:

¿Acaso no entendiste el cielo que te ofrecía?

Aminta:
¿Cuál cielo? La que ofrece el cielo soy yo.

El hombre:
Pues te equivocas, no sabes quien soy yo ni a qué he venido.

En ese momento Aminta intentó decir una palabra pero no podía hablar, sentía que se estaba ahogando, empezó a sudar más de lo normal, de repente vio todo negro, no supo más de ella.

Aminta se despertó, aún estaba en aquél elegante auto. Vio a los lados y no estaba el hombre tan extraño con el que había hablado hace algunos minutos.

Miró el asiento de al lado y encontró una cajita, la tomó, la abrió y encontró una figura que no sabía que era. Era un muñeco pequeño, pero no tenía idea de su significado.

Aminta se quedó observándolo por unos minutos, una lágrima corría por su mejilla. De repente se da cuenta que no tiene la ropa que se había puesto esa noche, tiene un hermoso vestido. Ese momento se interrumpió cuando escucha la voz de un niño:

¡Mamá, mamá, baja del carro ya, vamos a darle la sorpresa a papá!

Fin.

¡El postre por favor!

Lunes 19 de noviembre de 2007.

Al bajar del taxi amarillo, el cliché neoyorquino número uno, Juan Urdaneta, un marabino recién llegado a Nueva York, divisó el Serendipity así lo leyó, un restaurante en la Quinta Avenida de la Gran manzana, el cliché número dos.

El restaurante se veía grande, luminoso, colorido y costoso, además habían fotógrafos y periodistas dentro, por eso Juan decidió entrar para hacerle honor a la extravagancia que lo caracteriza, como típico maracucho, creyente en la Chinita, adorador de los patacones y seguidor inconciente de la estética Kitch. De igual forma tendría con que jactarse, diciendo que almorzó en el restaurante más famoso de Nueva York, tanto que no sabía ni pronunciar su nombre.

Juan entra con aires de arrogancia de nuevo rico y pide una mesa, el mesonero le trae el menú, se da cuenta que es más costoso de lo que esperaba, pero gracias a sus trabajos en un ministerio público venezolano, podía pagar sus extravagancias.

El maracuchito al ver aquel semejante menú, decide ordenar lo más común que encuentra, ya que no sabe qué es todo lo demás.

Mientras espera su salmón en salsa de mandarina, le pregunta a un mesonero que está pasando, por qué hay tantos fotógrafos y periodistas en la puerta de la cocina. El mesonero le responde que el chef está a punto de presentar el postre más caro de la historia.

Al poco tiempo, mientras Juan saborea su salmón, y la salsa corre por las hendiduras de sus labios, el chef sale y todos los fotógrafos lo siguen hasta la mesa delante de nuestro protagonista, donde coloca un gran sundae de chocolate de 25 mil dólares.

El postre se hizo en asociación con la joyería Euphoria de Nueva York. Estaba hecho con 28 tipos de cacao, incluyendo los más exóticos del mundo. Tenía oro comestible, y estaba presentado en una copa de oro también comestible, decorado con un brazalete de oro cubierto con diamantes blancos.

El fastuoso helado tenía crema batida mezclada con oro, y venía acompañado por una trufa de chocolate de 2600 dólares por cada libra. El postre se comía con una cucharilla de oro con diamantes que luego el cliente podía llevarse a casa.

Mientras el chef explicaba todo eso al afortunado comensal y los fotógrafos hacían su trabajo, Juan estaba impresionado con aquella excentricidad; su cara parecía un poema, tanto así que el rostro se coleó en una de las fotos que más tarde aparecería en el Record Guinness 2008, detrás del afortunado comensal que disfrutó del postre más caro de la historia.

Al terminar de comer, el excéntrico, aunque después de aquello ya no tanto, se fue del restaurante a comer el postre en el Mc Donalds de la esquina, y pidió un sundae con bastante sirope de caramelo, lo más parecido a oro.

A la semana siguiente Juan abre el periódico y lee: “Cerrado y multado el Serendipity por encontrar dos ratas en la cocina”, así se explicaba la gastritis e infección estomacal que le dio después de haber comido en aquél lugar.