Una pregunta indeseada, un comentario a destiempo, un
silencio incómodo.
Una ceja levantada, una expresión nerviosa, un ceño
fruncido.
Una lágrima a punto de salir, una palabra a mitad de
garganta, una sonrisa en deformación.
Una explicación rápida, una respuesta contundente, una duda
sin resolver.
¡Ah! Venezolano.