Oscuro, mediano, con un orificio en el medio y duro, muy duro.
Una gran experiencia táctil.
La aventura comenzó a las 9:57 de la noche.
Llegué, me quite el abrigo y me dejé llevar.
Solo pensaba en cosas maravillosas.
Los deseos más intensos y acelerados venían a mi mente.
Las horas pasaban, pero el tiempo parecía estar detenido.
Comencé a inquietarme y a sudar.
El dolor se apoderaba de mi cuerpo.
Me dieron ganas de llorar.
En ese momento comencé a entender que no era mi sitio.
El dolor cada vez era más grande.
Su estructura rígida y dura se clavaba en mi cuerpo.
La situación se escapaba de mis manos.
Me levanté, descansé, caminé de un lado a otro, volví.
No podía rendirme, había pagado por estar allí.
Se hizo de madrugada, ahora tenía frío.
Él seguía ahí, consumiéndome el cuerpo y la vida.
Reventé en llanto.
De tanto llorar me quedé dormida.
Cuando desperté ya eran las 6:13 A.m.
Había mucha gente alebrestada a mí alrededor.
Revisé mi cartera, estaba todo.
De repente se abrió una puerta, y vi al fondo: Bienvenidos al Registro Mercantil IV.
¡Al fin! Me hicieron pasar y comenzó la segunda parte de la experiencia, pero antes pateé a ese cuerpo oscuro, mediano, con un orificio en el medio y duro, muy duro, el banquito, símbolo del reino que nos ha tocado.
jueves, 2 de julio de 2009
miércoles, 1 de julio de 2009
Credo
Creo en el aire libre de nicotina.
Creo en el caos de Orson Welles.
Creo que el amor apesta.
Creo en los miedos, en su goce sobre el cuerpo humano y su apropiación del sentido racional.
Creo en la cercanía de la dictadura, en su acoso y la flojera del resto para evitarlo.
Creo en la familia, los únicos que no pueden suspender el nexo contigo.
Creo en los amores perros, te hacen creer que existe algo mejor.
Creo en las cartas de amor, ridículas pero justas en su momento.
Creo en la libertad, de expresión, de pensamiento, de ideologías, de relaciones.
Creo en el derecho a no dar explicaciones.
Creo en el derecho de guardar silencio.
Creo en el derecho de despreciar.
Creo en el capitalismo, sin que sea salvaje.
Creo que un bolígrafo sin tinta puede escribir muchas historias.
Creo que los accidentes ocurren porque son necesarios y oportunos, de lo contrario no serían accidentes.
Creo que el arte no necesita ser entendido para que sea arte.
Creo en la música y en su poder para llevarte lejos, donde quieras estar.
Creo en la tecnología, que llegó para que las neuronas descansaran, para alejarnos de nosotros mismos y para aumentar el ego con que se inflan los globos aerostáticos.
Creo en Dios, pero no en la Iglesia, no tiene nada que ver con Él.
Creo en el té verde, no se para que sirve, pero creo en él.
Creo que el mar y el sonido de las olas son curativos.
Creo en la belleza, lamentable, pero creo, sin ella no puedes sobrevivir con éxito en un mundo que gira por la vanidad.
Creo en la suerte, y en la suerte que tienen algunos de tenerla.
Creo en los medios de comunicación, en su poder para hacerte sentir parte de ellos.
Creo en la soledad.
Creo en los recuerdos, y a medida que pasa el tiempo más creo en ellos.
Creo en los despechos, destructores y constructores de muros de piedra.
Creo en el fashion de los años 80.
Creo en la risa y en el dolor de barriga que produce cuando es profunda.
Creo que alimentar el espíritu es más beneficioso que alimentar el cuerpo.
Creo en las palabras como las constructoras de grandes imperios.
Creo en el aire que respiro, está allí solo para ser respirado por mí.
Creo en el chocolate, en las cotufas y en el atún.
Creo que bailar es necesario para ser feliz.
Creo en el teatro, en el método de la cuarta pared, y en Stanislavsky.
Creo en el olor de las fiestas de cumpleaños infantiles, en el olor a cartuchera y en el olor de los libros nuevos.
Creo en el cine francés.
Creo que ver por la ventana es una tarea de todos los días.
Creo en las historias de Jaime Bayly.
Creo en las miradas.
Creo en los psicólogos, todos deberíamos vivir con uno.
Creo en la amistad, más allá de los amigos que ves todos los días.
Creo en el new age, la metafísica, la kabbalah, el feng shui, el reiki, la reflexología, la limpieza del aura, la aromaterapia, la meditación y todo aquello que inventó el hombre para elevar los pies de la tierra por un momento.
Creo en el “Cuadro blanco sobre fondo blanco” de Piet Mondrian.
Creo en la protesta, en la rebeldía y en la insurrección.
Creo en las agendas.
Creo en la moda, como una forma de vida más que un acto de banalidad.
Creo en la esperanza.
Creo en el placer de las cosas prohibidas.
Creo en la verdad de los espejos.
Creo en el cliché de “todo pasa por algo”.
Creo en los antibióticos.
Creo que los extraterrestres existen.
Creo en la asertividad.
Creo en el poder del tiempo.
Creo en el caos de Orson Welles.
Creo que el amor apesta.
Creo en los miedos, en su goce sobre el cuerpo humano y su apropiación del sentido racional.
Creo en la cercanía de la dictadura, en su acoso y la flojera del resto para evitarlo.
Creo en la familia, los únicos que no pueden suspender el nexo contigo.
Creo en los amores perros, te hacen creer que existe algo mejor.
Creo en las cartas de amor, ridículas pero justas en su momento.
Creo en la libertad, de expresión, de pensamiento, de ideologías, de relaciones.
Creo en el derecho a no dar explicaciones.
Creo en el derecho de guardar silencio.
Creo en el derecho de despreciar.
Creo en el capitalismo, sin que sea salvaje.
Creo que un bolígrafo sin tinta puede escribir muchas historias.
Creo que los accidentes ocurren porque son necesarios y oportunos, de lo contrario no serían accidentes.
Creo que el arte no necesita ser entendido para que sea arte.
Creo en la música y en su poder para llevarte lejos, donde quieras estar.
Creo en la tecnología, que llegó para que las neuronas descansaran, para alejarnos de nosotros mismos y para aumentar el ego con que se inflan los globos aerostáticos.
Creo en Dios, pero no en la Iglesia, no tiene nada que ver con Él.
Creo en el té verde, no se para que sirve, pero creo en él.
Creo que el mar y el sonido de las olas son curativos.
Creo en la belleza, lamentable, pero creo, sin ella no puedes sobrevivir con éxito en un mundo que gira por la vanidad.
Creo en la suerte, y en la suerte que tienen algunos de tenerla.
Creo en los medios de comunicación, en su poder para hacerte sentir parte de ellos.
Creo en la soledad.
Creo en los recuerdos, y a medida que pasa el tiempo más creo en ellos.
Creo en los despechos, destructores y constructores de muros de piedra.
Creo en el fashion de los años 80.
Creo en la risa y en el dolor de barriga que produce cuando es profunda.
Creo que alimentar el espíritu es más beneficioso que alimentar el cuerpo.
Creo en las palabras como las constructoras de grandes imperios.
Creo en el aire que respiro, está allí solo para ser respirado por mí.
Creo en el chocolate, en las cotufas y en el atún.
Creo que bailar es necesario para ser feliz.
Creo en el teatro, en el método de la cuarta pared, y en Stanislavsky.
Creo en el olor de las fiestas de cumpleaños infantiles, en el olor a cartuchera y en el olor de los libros nuevos.
Creo en el cine francés.
Creo que ver por la ventana es una tarea de todos los días.
Creo en las historias de Jaime Bayly.
Creo en las miradas.
Creo en los psicólogos, todos deberíamos vivir con uno.
Creo en la amistad, más allá de los amigos que ves todos los días.
Creo en el new age, la metafísica, la kabbalah, el feng shui, el reiki, la reflexología, la limpieza del aura, la aromaterapia, la meditación y todo aquello que inventó el hombre para elevar los pies de la tierra por un momento.
Creo en el “Cuadro blanco sobre fondo blanco” de Piet Mondrian.
Creo en la protesta, en la rebeldía y en la insurrección.
Creo en las agendas.
Creo en la moda, como una forma de vida más que un acto de banalidad.
Creo en la esperanza.
Creo en el placer de las cosas prohibidas.
Creo en la verdad de los espejos.
Creo en el cliché de “todo pasa por algo”.
Creo en los antibióticos.
Creo que los extraterrestres existen.
Creo en la asertividad.
Creo en el poder del tiempo.
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