Perdido en la calle 100 decidió aplicar el ABC que había
aprendido en la misa de domingo:
Aguantar.
Bostezar.
Callar.
Una vez que encontró el camino el camino a casa, decidió que
era hora de aprender nuevas letras, que
lo llevarían a una calle más lejos, con más veredas, con más oportunidades para
perderse y encontrarse.